domingo, 1 de enero de 2012

3,2,1...

Llegué temprano a casa amenazada por una llamada de mi padre, entré y me colocaron un extraño gorrito rosa de fiesta, anunciando que no iba a ser un día normal. Recogí el salón, me dieron unos regalos y me fui a cambiar.
Escogí el vestido que me compré hace unas semanas. Me peiné el pelo con el más cuidadoso cuidado, me pinté una amplia sonrisa, los ojos de color negro, y unas botas del mismo color. Salí del baño, ande hasta el salón y me senté en una mesa que ya estaba minuciosamente colocada. Olía a comida y a familia, a calor humano, a algo que no recordaba desde hace tiempo. Empezamos a comer, riendo y recordando momentos buenos cuando todos estábamos unidos. En nuestros ojos se podía notar la nostalgia mezclada con la alegría de estar en familia. Después de cenar, ninguno se preocupó en recoger la mesa, todo el mundo esperaba a poder contar algo, aportar temas a la conversación. Bromeamos sobre los anteriores años burlándonos del pasado, de algo que ya nunca va a volver a pasar y con esperanzas de que año nuevo, vida nueva. Quedaban 10 minutos para las famosas campanadas y los móviles ya vibraban con mensajes de familiares y amigos, y los nervios se empezaban a notar en nuestras tripas. El cava estaba tapado y listo para agitar, y las uvas estaban re-recontadas y puestas encima de la mesa, en un pequeño cuenco de cristal. Las manos estaban puestas en las uvas, y el volumen del televisor estaba al máximo. Aunque solo fuéramos tres, estábamos en familia, y eso era lo que contaba. Yo, mi padre y mi hermana. Lo mejor que tengo en mi vida. Los cuartos sonaron, mi hermana se equivocó y por poco empieza antes el año. Y por fin, las campanadas. 12 sonidos que van tapando problemas, que van haciendo olvidar malos momentos, que van dando esperanzas a un nuevo año y que van procreando propósitos. Acabamos. Los gritos de todo el bloque se juntaron con los nuestros. Nos abrazamos, brindamos y pedimos cosas buenas por hacer en el nuevo año, 2012. Pusimos un canal de canciones de los 90, que yo había escuchado pero no vivido. Karaoke. Todos cantamos como mejor supimos e hicimos el tonto como quisimos. Después de que todo se calmase, me quedé pensando en todo lo que me gustaría hacer en 2012, en esas 12 campanadas que cambian mucho. Tanto que unen familias.

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